lunes, 4 de junio de 2012

La Institución (VII)

Las estrecheces presupuestarias habían llevado a Costa a compaginar su trabajo en los archivos con las propias de los husmeadores. Esta contingencia lejos de resultarle penosa le permitía salir ahí fuera de vez en cuando; otra cosa es que él estuviera bien entrenado para desenvolverse en el medio exterior. Sin la cobertura del malogrado Martín, viajó sólo hasta la capital vecina del sur. A pesar del corto trayecto, en comparación con lo azaroso que resultaba en su época de estudiante, le costó mantener los ojos abiertos al volante. Resultaba improbable que se encontrara con algún conocido, y de ser así dudaba de que fueran a abordarle hasta el punto de tener que justificarse. En ocasiones anteriores uno y otro habían optado siempre por la táctica del transeúnte ensimismado no consciente de quien le rodea. Sin embargo, al dirigirse a la recepción del hotel de convenciones, cruzó su mirada con la de uno de esos rostros al que ligarles un pasado, una historia o una simple referencia localizadora. Ninguno de los dos se saludó, pero al menos en el caso de Costa el modo 'simulación' incluyó una falta total de identificación del sujeto, provocándole una molesta sensación en la punta de una lengua neuronalmente castigada. Ya en el mostrador, mientras la recepcionista le informaba de algo relacionado con el precio del desayuno no incluido, vio como aquel hombre de pelo cano salía a la calle, abandonándole a la suerte de sus facultades mermadas.

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