jueves, 23 de septiembre de 2010

El puente sobre el río Kwai











“He estado pensando. Mañana cumpliré 28 años de servicio activo. 28 años de paz y de guerra. Y no he pasado en casa más de 10 meses. Pero ha sido una vida agradable. Me encanta la India. No querría otro tipo de vida. Pero a veces... De pronto te ves más cerca del final que del principio. Y al reflexionar... uno se pregunta... qué representa su existencia... si ejerce influencia sobre esto o aquello... o si existe dicha influencia. Sobre todo comparado con la vida de otros hombres.
Ignoro si estas reflexiones son deprimentes... pero debo admitir que se me ocurren cosas así... de vez en cuando.
Pero esta noche... Esta noche... ¡Vaya! Debo marcharme". Coronel Nicholson.














sábado, 18 de septiembre de 2010

Pájaros en la tormenta

Era algo característico al final de las prolongadas noches de juerga. De regreso a casa, el ruido y el gentío dejaban paso a las calles desiertas y silenciosas. Como un anuncio del amanecer inminente, al llegar a Virgen de Guadalupe, la fantasmagórica quietud en la que se iba sumiendo la ciudad era sustituida por el formidable sonido de los pájaros que poblaban las copas de los árboles. Permanecían entre las ramas, sin volar, piando incesantemente, con una excitación mayor que la del público más clamoroso y entusiasta. Entonces, uno recorría aquella larga avenida recuperando algo de las energías perdidas. Hace tiempo que atravesé la línea de sombra, y ahora camino por esa misma calle, casi a la misma hora, para ir al trabajo. Ayer, después de una noche de tormenta y granizo como jamás había visto, los pájaros ya no celebraban el comienzo del día, sino que, junto a los restos de arboles en los que antes se cobijaban, cubrían el suelo con sus pequeños cuerpos acribillados. Espero que el lunes, cuando vuelva por allí, la realidad me convenza de que sólo ha sido una mala noche.

viernes, 17 de septiembre de 2010

'La mejor juventud' (2003) Marco Tulio Giordana








-Vd. se merecería un nueve. Le doy un diez aplicando lo que yo llamo ''el cociente de simpatía''. Poca cosa, pero suficiente para llegar al diez. Hay quien desaprueba mi cociente de simpatía, pero creo que la simpatía, en el sentido del término ''sympasin'', es decir, compartir el ''pathos'', el sufrimiento ajeno, es importante para un médico. A otros les aplico el cociente de antipatía, es decir, resto dos o tres puntos. La antipatía es lo peor para un médico. (…) Vd. promete, le decía, y probablemente me equivoque. Pero le daré un consejo. -¿Tiene Vd. ambiciones?

-Pues...

Pues márchese de Italia. Váyase mientras esté a tiempo. ¿Quiere ser cirujano?

-No sé, aún no lo he decidido.

-Decida lo que decida, váyase a estudiar a Londres, a París, a América si puede. Pero salga de aquí. Italia es un país a destruir. Un lugar bello e inútil, destinado a la muerte.

-¿Es que dentro de poco habrá un Apocalipsis?

-Ojalá, al menos nos veríamos obligados a reconstruir. Pero aquí todo sigue igual, en manos de los dinosaurios. Hágame caso, váyase.

-¿Y Vd. por qué se queda, profesor?

-¿Cómo que por qué? Yo soy uno de los dinosaurios a destruir.


http://www.youtube.com/watch?v=F6sWC1VmJkY

lunes, 13 de septiembre de 2010

Como un pulgón (León Felipe)

Yo no puedo tener un verso dulce
que anestesie el llanto de los niños
y mueva suavemente las hamacas como una brisa esclava.
Porque yo no he venido aquí a hacer dormir a nadie.
Además… esa tempestad ¿quién la detiene?

¡Eh, tú, varón confiado que dormitas! ¡Levántate, recoge
tus zapatos y prosigue!…
Porque yo no he venido aquí a hacer dormir a nadie.

Hacia las cumbres trepan los dioses extenuados buscando un resplandor.
Y aquí voy yo con ellos,
entre el sudor y el polvo de sus inmensos pies descalzos,
aquí voy yo con ellos, atropellado y sacudido, pero
agarrándome a sus plantas como las pinzas de un insecto,
clavándome en su carne,
hundiéndome en su sangre
como un pulgón,
como una nigua… maldiciendo, blasfemando…
Porque yo no he venido aquí a hacer dormir a nadie;
ni a los niños
ni a los hombres ni a los dioses.

Escucha este poema declamado por su autor


sábado, 11 de septiembre de 2010

Una ola de prosperidad se apodera del mundo

Una nueva pandemia provoca reacciones hasta ahora inhábiles, en el cerebro humano, despertando intensos sentimientos de empatía, generosidad y amor al prójimo. Las consecuencias más inmediatas se han dejado notar tanto en los mercados como en la política exterior. Gobiernos, inversores y grandes corporaciones de todo el mundo han concertado sus acciones y recursos con el objeto de auxiliar a las regiones más desafavorecidas. En pocos meses, el colosal despliegue de medios ha conseguido que se pueda afirmar hoy que no hay nadie, en ningún lugar, que no tenga a mano comida y asistencia sanitaria. Paralelamente, se han puesto en marcha planes de inversión encaminados a la creación de un tejido productivo y de servicios que permita el pleno empleo y el sostenimiento de las dotaciones y suministros básicos.

La investigación sobre las causas de la pandemia, cuyo contagio se produce por la respiración, apunta a la presencia atmosférica de partículas en suspensión originadas en la sobrecalentada capa de ozono. Incluso se baraja la hipótesis de que tal sustancia ha sido creada, y posteriormente puesta en circulación, por miembros de una organización secreta internacional, un grupo no gubernamental filantrópico que disponía de cédulas durmientes de 'buenas personas' (así, se les denomina).

lunes, 6 de septiembre de 2010

El autoestopista

Otra de las ilustraciones de 'La Carcoma', bajo el mismo seudónimo.




















Este tema de Trump'n'bass puede servir de acompañamiento: http://open.spotify.com/track/5hQ5H05iZSIax8jfgZs4Ec

Siza

Paseo en Cáceres por un silencioso Palacio de Camarena, sede fundacional de los arquitectos extremeños. Cruzando el atrio, observo las sillas vacías del salón de actos que hace poco no bastaron para acoger al público más numeroso que se recuerda allí.

La razón no fue otra que la presencia del portugués Álvaro Siza. Ese día presentaba una serie de proyectos recientes ubicados en distintas partes del mundo, destacando entre ellos la propuesta de un extenso desarrollo residencial al sureste de la capital cacereña, que aprovechando los terrenos de una cantera culminaba con un gran auditorio al aire libre.

Quince años atrás, coincidiendo con el inicio de mis estudios en la universidad, él recibía el premio Pritzker (algo así como el equivalente al Nobel en arquitectura). Durante toda la carrera, Siza fue una de las principales referencias. Ejerciendo ya la profesión, un documental emitido por “la 2” titulado “el elogio de la luz” me enseñó otros aspectos de su biografía: entre recuerdos evocados, aparecía el bello rostro de su mujer fallecida hacía tiempo, mientras la cámara se deslizaba por un estudio amplio pero poco poblado, con algunas de esas maquetas que según contaban realizaba su hija. Más tarde –demasiado- visité algunas de sus obras: en Santiago de Compostela, Oporto, Leça da Palmeira, etc.

A aquella conferencia le siguió un vino de honor que se prolongó hasta tarde. Diluida la escolta de autoridades, Siza era continuamente abordado por la gente, entre saludos y muestras de efusividad. Así aguantó hasta el final, discretamente y por no molestar, tal y como contó el escritor Manuel Vicent. Antes de irse, al menos pude estrecharle la mano, exhalando algo parecido a un agradecimiento.

No he vuelto a saber nada de aquel proyecto de la cantera, pero imagino que Siza permanece en su estudio de Oporto, inclinando sus 76 años de vida sobre un papel “diapost”, un lápiz blando en una mano, un cigarrillo a punto de consumirse en la otra, mientras a su lado un joven de ojos muy abiertos toma nota.

Stefan






Individuos estrafalarios abordan a los turistas en las puertas de la Acrópolis, ofreciéndose en varios idiomas como guías en su visita. Trata de sortearlos un alegre grupo de estudiantes españoles al que acosa, en particular, una mujer gorda y sudorosa, de largos cabellos y sombrero de paja, escoltada por una gavilla de gatos callejeros. Al llegar a Los Propileos, alguien la aparta con un simple toque en el hombro y se coloca frente al grupo con los brazos abiertos, mostrando una sonrisa amplia. El anciano, de acartonada piel morena, viste una chaqueta gastada de tweed, bajo la que asoma una camisa de color indefinible, abierta hasta el abdomen. En el pecho lleva una tarjeta de identificación con el nombre de Stefan. A modo de diadema, unas dobladas gafas de policía californiano coronan su cabeza blanca. En un aceptable castellano, despliega toda su simpatía y advierte con énfasis que es el único conocedor de los secretos de la famosa ciudadela ateniense. Tarda sólo unos segundos en convencer a los estudiantes y en fijar un precio. A continuación, los lleva dentro del recinto, sin prisa y deteniéndose cada pocos pasos; señala con el índice aquí y allá, contando la historia como el que reconstruye los hechos de un crimen.

Es temporada baja y el gobierno griego aprovecha para rehabilitar sus monumentos. Todo está andamiado; se oye el ruido de las obras y las maquinas no cesan de taladrar, perforar, levantar,… Stefan se acerca tanto a sus rendidos seguidores que les hace llegar el aroma de esa especie de anís que llaman Ouzo. Su mirada, cubierta de homogéneo velo gris, persigue sin disimulo los ojos de las chicas. Ordena silencio y obliga a todos a agacharse, haciendo que contemplen las filigranas de una vieja basa que ya no sostiene ninguna columna. Por encima del fragor, se eleva la letanía de este guía homérico: —¡Fijaos…! —dice. —¡Hace más de dos mil quinientos años…y sin Black&Decker!.

Las brumas del Tajo

Aun no ha amanecido cuando el coche alcanza las primeras curvas de la nacional, a su paso por el embalse. En un instante, el espacio infinito de horizontes en penumbra se comprime hasta los límites del cristal. La niebla acaba con las formas, como un avión al tomar altura en dirección a la nada. Es entonces cuando el conductor apaga la radio, cortando así el último hilo que conecta con el exterior tangible. Acompaña al silencio tan sólo un tímido y constante ruido, mezcla de combustión, rozamiento y aire. Sin embargo, a lo largo de aquel túnel sin extremos, las brumas del Tajo traen su propio repertorio de sonidos e imágenes. Ahora, a la luz resplandeciente de un día soleado, el antes conductor es un niño que ocupa el asiento del copiloto. Introduce la única casete que hay siempre en el coche, reproduciendo las cuatro estaciones de Antonio Vivaldi. Un señor mayor va al volante. Viste elegantemente pero sin ostentación. Su aspecto es tan pulcro como el del automóvil. La armonía sería perfecta sino fuera por un detalle que llama la atención del chico. Entre su abuelo y él hay un agujero; una quemadura de cigarrillo en la tapicería que parece no tener fondo. La yema de su dedo índice acaricia los bordes, sin atreverse a ir más allá. Vetas de ceniza brillan en su interior, como los restos de una vieja y olvidada historia que, al encontrarse mutilada, ya no puede contarse. En un momento del viaje, el niño por fin se decide y al acercarse a mirar dentro, se lo llevan las sombras.

Moby Dick. Más transcripciones

· "Existen ciertas ocasiones raras en este extraño y complejo asunto que llamamos vida en que el hombre toma el universo entero por una broma pesada e inmensa, aunque a duras penas logre verle la gracia y esté casi seguro de que la broma no es a costa de nadie más que de él mismo".

· "--Escuchame, y por lo bajo. Todos los objetos visibles no son sino máscaras de cartón, muchacho: pero en cualquier acontecimiento, en el acto vivo, en el hecho indudable... en ellos algo desconocido pero racional se muestra con sus propios rasgos detrás de la máscara irracional (...) Para mí, la ballena es esa muralla que me rodea. A veces pienso que nada hay detrás de ella. Pero ya basta, me hostiga, me aplasta; veo en ella una fuerza insultante, fortalecida por una malicia inescrutable. Y esta cosa inescrutable es lo que más odio; y tanto si la ballena blanca es el principal o un mero agente, sobre ella descargaré mi odio".

· "Por lo tanto, el espíritu atormentado que salía llameando por aquellos ojos cuando Ahab surgía corriendo de su camarote no era sino algo vacío, un ser sonámbulo e informe, un rayo de luz viva, por supuesto, pero sin objeto que colorear y, por ende, un verdadero vacío en sí. ¡Que Dios te proteja, viejo! Tus pensamientos han engendrado una criatura en ti; su intensidad te ha convertido en un Prometeo. Un buitre te roerá eternamente el corazón, un buitre que no es más que el ser que tú engendraste".