domingo, 13 de marzo de 2011

Futilidad romántica




Querido Maestro:

He vuelto a ver aquella película titulada 'cazador blanco, corazón negro'. Ignoro cuál es el significado que el novelista Peter Viertel quiso darle a esa expresión antagónica. Hasta esta última ocasión siempre pensé en que aquello estaba ligado a la tendencia autodestructiva que le imputaban a Wilson (personaje que se supone encarna al propio John Huston durante el rodaje de 'la reina de África') Sin embargo, a diferencia de otros grandes aludidos en su cinta como el Capitán Ahab o Lawrence de Arabia, usted muestra una vitalidad desaforada dirigiendo aparentemente sus energías al lado más ¿frívolo? que nos ofrece este mundo en permanente saldo.

- Para escribir una película, olvida que irán a verla.
- Conseguirás que nadie vaya a ver ésta.
- Puede que sí. Pero hay dos modos de vivir en este mundo. Uno es besando culos, escribiendo finales felices, firmando contratos largos, no arriesgándose nunca, no volando, no saliendo de Hollywood y ahorrando dinero hasta el último céntimo. Y cuando eres un cincuentón apuesto, te mueres de un infarto porque tu parte salvaje se ha comido los músculos de tu corazón. El otro modo de vivir es dejando que las cosas ocurran. Negándote a firmar contratos, peleando con el que puede degollarte y halagando al que pende del hilo que sostienes.


Cuando el purasangre se detiene, o cae casi reventado, no muestra la presencia amenazante de las tinieblas; no le vemos atormentado (puede que lo esté, no digo que no, pero su propio código de honor descarta cualquier posibilidad de bajar los brazos) Más bien, se ríe de su condición mortal y acepta la ayuda de su amigo.

- ¿Sabes, chico? Tú y yo acabaremos juntos, cuando seamos viejos. Viviremos en una cabaña de la Sierra buscando oro. Con un par de mulas. Sentándonos de noche ante la hoguera. Contándonos mentiras sobre las cosas que hemos hecho. Nuestras luchas, los libros que has escrito, las películas que he hecho.

Y este punto, el de la amistad, lo encuentro deliciosamente tratado ¿no es la amistad puro afecto desinteresado? A usted nadie puede seguirle, ni siquiera Kivu y, mucho menos, Pete. El primero, de un negro inmaculado, anda muy por delante de Wilson, con los pies descalzos en esa sabana poblada por dioses extenuados. El segundo, a pesar de entenderle, aún no ha vivido lo suficiente.


- ¿Qué pasa, chico? Adelante, vomítalo. Refunfuñas como una anciana a la que han sacado de la cama.
- O estás loco o eres el hijo de puta más egoísta e irresponsable que he conocido jamás. Tu inconsciencia echará a perder la película. ¿Y para qué? Para cometer un crimen. Para matar a una de las criaturas más raras y nobles que vagan por este miserable planeta. Y con tal de cometer ese crimen, estás dispuesto a olvidarlo todo y dejar que el proyecto se malogre.
- Te equivocas, chico. Matar a un elefante no es un delito. Es mucho más que eso. Es un pecado matar a un elefante ¿Entendido? Es un pecado. Es el único pecado que puedes cometer comprando una licencia. Por eso quiero hacerlo más que ninguna otra cosa ¿Me comprendes? Por supuesto que no. Es imposible. No me comprendo ni yo mismo.
- Entonces, si no me necesitas, mañana cogeré el avión hacia Londres.
- Hazlo. Nunca he querido entrometerme en algo que un amigo quisiera hacer.

Pete es algo así como Starbuck, el segundo de Ahab. Es la conciencia pragmática. Su miedo, siempre alerta, predice los acontecimientos. Pero, junto a la belleza que contempla se encuentra la fuerza insultante, la malicia inescrutable, que atrae a Wilson.

[Elefantes]
Jamás había visto ninguno, fuera del circo o del zoo. Son majestuosos, indestructibles. Forman parte de la tierra. Nos hacen sentir como seres perversos de otro planeta. Sin ninguna dignidad. Nos hacen creer en Dios. En el milagro de la creación. Son fantásticos. Forman parte de un mundo que ya no existe. Vienen de un tiempo inalcanzable.

También Wilson representa un mundo que de existir no es ya fácilmente reconocible.

- Esa palabra ya ha surgido en la conversación varias veces, ¿verdad?
- ¿A qué palabra se refiere?
- A Hollywood. Sé que es el nombre de un lugar, pero Ud. le da otro significado. Como un insulto.
- No era mi intención.
- No me contradiga, Ralph. Ya he oído eso antes. En el ejército, en Nueva York, en el teatro. Lo he oído en todas partes. La gente nombra a Hollywood cuando quiere insultarte. Desde luego, Hollywood es un lugar para hacer negocios. Es una ciudad industrial, como Detroit, Birmingham o Schaffhausen. Al ser tan conocida la cara chabacana de la ciudad se convierte en un insulto recordarle a uno que es de allí. No se habla de los que trabajan en ella e intentan hacer algo positivo. Se habla de las putas al nombrar a Hollywood. Sabe qué significa esa palabra, ¿verdad, Ralph?
- Claro.
- Claro. Las putas tienen que vender lo único que no debería estar en venta. Que es el amor. Aunque hay otras putas distintas a las furcias que Ud. frecuenta. Hay putas que venden palabras, ideas, melodías. Sé lo que digo, porque en mis tiempos también puteé un poco. Mucho más de lo que quisiera reconocer. Y lo que vendí cuando puteé, nunca lo recuperaré. Lo que intento decir es que las putas dan mala fama a Hollywood.

Y es que en esta locura de empresa Wilson está sólo: como debe ser. Lo único que puede evitar lo inevitable es que ocurra.

Escúchame bien, mercader de alfombras balcánicas. Mi papel de cazador blanco es sólo asunto mío. No tiene nada que ver contigo. Es un tema tabú. Igual que la vida sexual de mi madre. Es algo que te abstendrás de comentar, e incluso de pensar. Es un tema demasiado elevado para que un cerebro tan pequeño lo entienda. Es una pasión que te sobrepasa. Tendría que explicarte el sonido del viento y el olor del bosque. Tendría que crearte de nuevo y borrar de ti esos años en que has pisado el sucio asfalto con zapatos apretados.

A ese sucio asfalto nos devuelve el desenlace; ningún final es apropiado. Esto continúa, por un camino incierto, hacia un destino que sólo se insinúa. Mientras se pone el sol, ahora pienso que en el transcurso usted ha sembrado algo fascinante. Y, por supuesto, sigo sin saber qué.

- ¿Qué dicen los tambores?
- Explican a todos lo que ha pasado. La mala noticia. Siempre empieza con estas palabras.
- ¿Cuáles?
- Cazador blanco. Corazón negro… Cazador blanco. Corazón negro.



4 comentarios:

  1. Me parece un filme original cómo pocos, me en el momento que la ví, hace muchos años, no me llamó demasiado. El cine dentro del cine no ha sido uno de los temas que más me haya entusiasmado. Lo prefiero de manera más sutil: Malditos Bastardos o cómica: Ed Wood.

    Ahora, tu artículo extrae tremendos momentos, mejor promoción para el gran Clint, imposible. Un abrazo espero verte el sábado.

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  2. Metacine, metaliteratura, meta...

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  3. Buenisimos estos apuntes..volveré a ver la película hace años la vi..
    Saludos

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    1. Gracias por el comentario. Espero que te guste ver la película otra vez.

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