sábado, 18 de septiembre de 2010

Pájaros en la tormenta

Era algo característico al final de las prolongadas noches de juerga. De regreso a casa, el ruido y el gentío dejaban paso a las calles desiertas y silenciosas. Como un anuncio del amanecer inminente, al llegar a Virgen de Guadalupe, la fantasmagórica quietud en la que se iba sumiendo la ciudad era sustituida por el formidable sonido de los pájaros que poblaban las copas de los árboles. Permanecían entre las ramas, sin volar, piando incesantemente, con una excitación mayor que la del público más clamoroso y entusiasta. Entonces, uno recorría aquella larga avenida recuperando algo de las energías perdidas. Hace tiempo que atravesé la línea de sombra, y ahora camino por esa misma calle, casi a la misma hora, para ir al trabajo. Ayer, después de una noche de tormenta y granizo como jamás había visto, los pájaros ya no celebraban el comienzo del día, sino que, junto a los restos de arboles en los que antes se cobijaban, cubrían el suelo con sus pequeños cuerpos acribillados. Espero que el lunes, cuando vuelva por allí, la realidad me convenza de que sólo ha sido una mala noche.

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