Una nueva pandemia provoca reacciones hasta ahora inhábiles, en el  cerebro humano, despertando intensos sentimientos de empatía,  generosidad y amor al prójimo. Las consecuencias más inmediatas se han  dejado notar tanto en los mercados como en la política exterior.  Gobiernos, inversores y grandes corporaciones de todo el mundo han  concertado sus acciones y recursos con el objeto de auxiliar a las  regiones más desafavorecidas. En pocos meses, el colosal despliegue de  medios ha conseguido que se pueda afirmar hoy que no hay nadie, en  ningún lugar, que no tenga a mano comida y asistencia sanitaria.  Paralelamente, se han puesto en marcha planes de inversión encaminados a  la creación de un tejido productivo y de servicios que permita el pleno  empleo y el sostenimiento de las dotaciones y suministros básicos.
La  investigación sobre las causas de la pandemia, cuyo contagio se produce  por la respiración, apunta a la presencia atmosférica de partículas en  suspensión originadas en la sobrecalentada capa de ozono. Incluso se  baraja la hipótesis de que tal sustancia ha sido creada, y  posteriormente puesta en circulación, por miembros de una organización  secreta internacional, un grupo no gubernamental filantrópico que  disponía de cédulas durmientes de 'buenas personas' (así, se les  denomina).
Yo pertenezco a tal grupo y puedo asegurar que no se ha incluido bondad en la formula, por ser un elemento con bastantes impurezas. Lo hemos sustituido por sentido común, mirada amplía y comprensión global. Lo llamamos: el siguiente paso evolutivo
ResponderEliminarJulian, gracias por salir del armario, hacerte visible, etc, pero tenía entendido que los de ese tipo de grupos se mueven entre las 'sombras recobradas'
ResponderEliminarjejeje, me gusta. Ojalá no esté tan cercano de "mi" ciencia ficción.
ResponderEliminarQuerido Rubén, este relatito tiene un par de años. Desde que te leo nunca osaría competir contigo en ciencia ficción (a decir verdad, tampoco lo haría en ninguna práctica deportiva)
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