jueves, 5 de agosto de 2010

Un verano anterior a la guerra

























No he vuelto a ver una costa como la del Adriático. En Dubrovnik nos alojamos en un hotel vetusto pero aún elegante, en las afueras, a media ladera de una colina repleta de cipreses que llegaban hasta la orilla transparente de un mar azul turquesa. No había playa exactamente, sino una especie de ensenada rocosa a la que se accedía por un muelle de hormigón. Esa noche salimos a escondidas por la ventana de la habitación, lo cual no tenía mucho mérito por que estaba en planta baja, dando a un jardín. Después de un buen baño en la cala, entre susurros y risas, aprendí a tragarme el humo del tabaco. Sentados en el muelle, lo único que podía verse en aquel momento era el reflejo de la luna en el agua y las brasas ardientes de un par de cigarrillos.

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