domingo, 13 de noviembre de 2011

Matar a un ruiseñor

Un anciano Gregory Peck, sentado en el escenario, contestaba a las preguntas del público que abarrotaba el teatro. La última que le hicieron, antes de despedirse con un dicho irlandés*, fue la tópica '¿cómo le gustaría ser recordado?'. Lejos de referirse a su labor como actor, expresó su deseo de que los suyos pensaran en él como un buen marido y un buen padre. Lo cierto es que, medio siglo después del estreno de 'Matar a un ruiseñor', su encarnación de Atticus Finch personifica al héroe más importante de la historia del cine. Un héroe capaz no sólo de ganarse la admiración de sus hijos sino la de un público entregado.

*(Para los curiosos diré que la despedida irlandesa de Peck era algo así: 'Que no les falte comida, ni una almohada blanda por las noches. Y que una vez dejen este mundo, descansen en el Cielo... al menos durante cuarenta años antes de que el diablo se dé cuenta de que han muerto y los lleve al Infierno')

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