domingo, 7 de noviembre de 2010

Una parada imprevista (Michael Clayton)




Las tribulaciones dan vueltas y más vueltas en la cabeza como la colada en una lavadora. Los días se suceden en una inexorable espiral hacia el colapso. Esa vertiginosa rutina acaba con la noción del tiempo y los residuos del pasado se entremezclan con los acontecimientos presentes, mientras una luz en el salpicadero parpadea alertando del futuro. Conduce un hombre que ya no recuerda cuándo cayó a medio camino entre la voluntad y los sueños, en el tramo mal señalizado del fracaso. Un estado de crónico cansancio gobierna cada acción destinada a recorrer una ruta a la que no presta atención, pues ésta forcejea por ordenar ideas y descifrar la causa de la ácida sensación en sus entrañas. De repente, algo de todo aquello que le asalta a cada instante le hace pisar el freno y detenerse. Hasta ese momento no había reparado en que ha amanecido. Pese a la niebla del alba, a través de la ventanilla puede ver tres caballos en lo alto de un prado sólo poblado por unos pocos arboles deshojados. Sin parar el motor baja del coche, derecho hacia el sereno grupo que permanece no muy lejos. Días atrás su hijo le habló con entusiasmo del libro que estaba leyendo. El mismo, de tapas rojas, que inspiró al amigo que ha perdido. Era una de esas historias fantásticas sobre reinos imaginarios y heróes conquistadores. La ilustración que vió, al retirar el libro de los brazos del niño dormido, está ahora delante de él. Los caballos del dibujo resoplan y parecen observarle con extrañeza. Temiendo asustarles se acerca lentamente hacia ellos. Tienen un aire majestuoso que le hace sentir insignificante; sin embargo, al estar junto a esos seres de un mundo que ya no existe, comienza a experimentar una especie de paz narcótica. El frío que se le ha echado encima contrasta con el cálido vaho en el hocico que casi llega a acariciar, justo antes de que los caballos se alejen espantados por una llameante explosión que convierte su automóvil en una hoguera sin condenado al que quemar.

5 comentarios:

  1. wow... apunto bHorses a la lista de pendientes por ver. Si te ha inspirado este texto debe ser un peliculón de buen calibre.

    Un abrazo,
    Max

    ResponderEliminar
  2. Lo es, Max. Al menos para mí. Espero que también te guste cuando la veas (año 2007. Título: 'Michael Clayton'. Opera prima del director Tony Gilroy. Aparición póstuma de un tal Sidney Pollack)

    Saludos,

    ResponderEliminar
  3. Gracias por la aclaración, Alfiz. Había tomado Horses como el título de la película y a Michael Clayton como el director (si es que los lunes por la mañana no deberían existir).

    Max

    ResponderEliminar
  4. La escena inicial y casi la escena final. El momento donde tu conciencia te marca el camino, el instinto te avisa y el corazón responde. Es lo que más recuerdo del filme y lo que más valoré. Has conseguido que me vuelva a picar la curiosidad (es fácil conseguirlo en estas cuestiones). Volveremos a salir del coche y ver los caballos...

    ResponderEliminar