
El alfiz enmarca un hueco, un vano que es en sí mismo un vacío y a la vez un umbral. Señala la entrada o la salida, el paso de un sitio a otro. Desvela el intersticio que existe entre el interior y el exterior.
domingo, 30 de enero de 2011
Memoria urbana

domingo, 23 de enero de 2011
El paradigma de la incertidumbre

“El plan es el generador.

UNOS POCOS CONCEPTOS Y BREVE DESCRIPCIÓN DEL ESCENARIO.




LA CIUDAD ¿DE LOS CIUDADANOS?. EL “PARADIGMA DE LA INCERTIDUMBRE”.




[1] Diccionario escolar etimológico. Víctor García Hoz. Ed. Magisterio Español. (B.O.E. 27 de julio de 1966)
domingo, 16 de enero de 2011
El museo y su soporte

“- Sí hubiera un incendio en El Prado, ¿qué se llevaría de allí?”. Periodista.
“- Me llevaría el Fuego”. Cocteau.
A la hora de reflexionar sobre qué arquitectura es más idónea para albergar y mostrar aquello que goza de interés habría que resolver primero si la obra a exponer ha de tener un carácter inmanente o no con su envolvente física. Dependiendo del carácter del contenido ¿así debe ser el continente?. Examinando lo que nos rodea parece que esta pregunta no se formula a menudo. Esto puede ser debido a la propia esencia de la contemporaneidad, paisaje incierto y caótico donde las posibilidades parece que surgen de los intersticios de discursos ya gastados (Clasicidad, Vanguardias, Movimiento Moderno,...). No obstante, aceptando que lo que caracteriza a la situación actual es la ausencia de certidumbre cultural, bajo la corteza mediática de la llamada Globalización, es evidente que la práctica predominante en el mundo de la divulgación histórico-artística es la del “reclamo”.

Es entonces cuando la mencionada inmanencia -donde la obra no puede entenderse sin el lugar donde se ubica y viceversa- pierde valor en busca de la exposición permanente singular o, más recientemente, de la obra arquitectónica de autor a la que puede llegar a concederse más importancia que a los bienes que cobija. Un argumento que cuestiona más si cabe la relación entre contenido y continente es la temporalidad de muchas exposiciones, el dinamismo generado por los “accionistas” del arte: performances, instalaciones,..., la variedad, mutabilidad e inmaterialidad de los motivos: música, testimonios de la memoria, registros de la vida,...

La esencia cada vez más liminar y abstracta de lo que quiere ser mostrado nos lleva a pensar en los museos como espacios fundamentalmente flexibles, latentes, capaces de dilatarse y contraerse constantemente, desprovistos de cualquier lenguaje o signo aprehendido de modo que posibilite la manifestación de toda expresión descontextualizada. Hay que tener en cuenta que la actividad creativa de nuestros días a menudo se afana en despertar más la interrogación del individuo, la sugerencia, lo sutil, que en procesos de afirmación más propios de la clasicidad. Por lo tanto, al utilizar edificios históricos como museos habría que asumir las posibles interferencias con lo que se cuenta (si es que esto último no tiene alguna relación con dichos elementos cargados de literalidad). De otro lado, el compromiso con el objeto del museo -su veracidad- debería obligarnos a huir de esas operaciones “reclamo” que con su despliegue formal a menudo incurren en la exageración, el exhibicionismo y la falsedad.

Seguramente resulta controvertido entender que el mejor museo, como contenedor, es aquel que no se hace notar. Sin embargo y al margen de estrategias proselitistas e institucionales ¿no es la razón de ser de este tipo de edificios dar cabida a algo que le va a dar sentido y no al contrario?. El reto arquitectónico está pues en realizar un ejercicio honesto y preciso de interpretación; en facilitar la cobertura espacial y ambiental, capturar la luz y disponer de ella. Tan importante es lo que se cuenta como el Cómo se cuenta. No hablamos de recursos escenográficos sino de operar con las cualidades esenciales que definen cualquier lugar (topos): materia, luz y aire, medio este último que transporta el sonido. En un proyecto de nueva planta parece más factible volcar todos estos conceptos donde la preocupación es más el vacío que lo lleno; disponer lo necesario y suficiente, facilitar al conservador la tabula rasa, el papel en blanco donde desplegar la exposición. Se entiende entonces el continente como un elemento placentario donde se desarrolla el contenido.

De cualquier manera, es indudable que los edificios históricos ayudan a potenciar el valor de muestras de cariz patrimonial. Acentúan el poder evocador, introducen la carga de la memoria e incluso pueden ser un motivo más de la exposición. Es más, si lo que se pretende es actuar por negación, por contraste, los diálogos entre lo exhibido y su soporte pueden ser sumamente sugerentes. Esto puede ocurrir en exposiciones de carácter patrimonial en aquellos enclaves que asociamos con las nuevas arquitecturas.

En definitiva, la discusión entre el museo en edificio histórico o en edificio moderno puede resultar estéril puesto que lo que resulta relevante es lo intangible, el espacio y no tanto lo que trata de delimitarlo.
En Cáceres, hace unos cuantos años.
domingo, 9 de enero de 2011
Al héroe le zumban los oídos
Dime Javi ¿qué se siente realmente?, ¿mereció la pena?. No, no hace falta que me contestes. Te veo ahí dejándote caer exhausto en el banquillo, sosteniéndote la cabeza empapada en una mezcla de sudor y lagrimas, asimilando lo que acaba de ocurrir, ¡lo que por fin ocurrió!. El resto del equipo bota, se abraza, grita. Como en las grandes epopeyas, el líder de tus oponentes, considerado el mejor del mundo, te busca obstinadamente para entregarte su cetro de rey destronado. Curiosamente, -cuentas- lo mismo que tu cuerpo, tu mente está lejos de la celebración, a miles de kilómetros, con los tuyos.
"Y dicen que fue un sueño...
Es de noche sobre el atlántico, voy en un Boeing 747 de Iberia. Suena el intercomunicador, dicen que nos sentemos y la montaña rusa se presenta bajo nuestros pies. El avión salta y se retuerce como el papel en las manos de un niño. Afortunadamente, llevo un rato largo con mi buen amigo Juan Caminante y de este modo consigo que no me parezcan tan impresionantes los saltos de ese animal de hierro que nos lleva en su barriga a mis compañeros y a mi.
Estamos llegando al final de nuestro viaje, volvemos de Guatemala City, dentro de pocas horas aterrizaremos en España y nos repartiremos cada uno como las ramas de una planta trepadora. Nos separaremos pero nunca del todo.
Nuestro viaje empezó hace mucho tiempo. Cada uno hizo el suyo. El mío comenzó sin saberlo en el año 1993 . Conocí a un hombre que indudablemente marcó mi carrera. No voy a hablar de fútbol sala, para eso tengo amigos que lo harán mucho mejor que yo. A mi me gustaría hablaros de construir equipos, de valores, de principios a seguir, de honestidad, de equivocaciones, de rectitud, de disciplina y sin que sea incompatible por supuesto, de libertad.
Como os he dicho mi viaje comenzó en octubre o noviembre de 1993, pero no fue hasta febrero del 1995, en otro Boeing 747 regresando de Río de Janeiro, que no me atreví a hablar abiertamente con Javier. Hasta ese momento, yo no sabía muy bien que hacía allí, con jugadores que para mi eran casi intocables y entre los cuales no tenía nada claro que hacía un tipo como yo. Como siempre me dijo qué esperaba de mi, que no estaba mal para un chico de Cáceres y que si seguía así igual me llamaba más veces. Pero está claro, Lozano tenía un plan.
Veréis, mi problema es que yo nunca quise ser nada en particular. Y de repente, me estaban mostrando una idea, un modo de hacer las cosas, y yo me sentía cómodo e intentaba encajar en el puzzle que empezaba a construir Javier.
Me gustaría en este momento recordar a todos los compañeros que tuve durante todos esos años en la selección y en los equipos que participe, por que de todos aprendí mucho. Siempre he pensado que cuanto mejores eran los jugadores con los que compartía equipo, mejor era yo. Por eso, nunca me ha dado miedo competir, ese era mi motor, mi reto, mi combustible. Pero decir que me gustaba esa situación sería mentira. Era duro saber que no podías tener ni un segundo de relajación por que sino eras prescindible, uno más y eso no era suficiente. La gente piensa que tu rival lleva siempre otra camiseta. Error. Tu primer rival eres tú, después tu compañero y por último el que lleva la camiseta de otro color.
Lozano fue construyendo su equipo, con todo lo que eso significa. Un equipo, no un grupo de amigos aunque si es cierto que , al menos en mi caso, que por todos siento un cariño muy especial. Llegamos a conocernos muy bien, eso significa que distinguimos muy bien cuales eran nuestras fortalezas y nuestras debilidades, conocíamos qué virtudes nos harían imbatibles. Nos unía un sólo objetivo, ser mejor que los mejores.España, en fútbol sala, no sería lo que es, sin Brasil. Que me perdonen pero para nosotros, para mi, Brasil era el enemigo a batir, eran los mejores, ellos lo sabían y lo que era peor nosotros también. En principio pensamos que nuestra única opción era, tan sólo, ver cuanto podíamos acercarnos a ellos, después nos dimos cuenta que podíamos ser tan buenos como ellos, para finalmente demostrarles que si querían ganarnos tenían que ser ellos los que tuvieran que mejorar.
Ese camino comenzó perdiendo con ellos en Río de Janeiro, en 1995, con nuestro Presidente en aquel momento dando saltos, perdiendo el poco aprecio que tiene por el protocolo. Allí, nos dimos cuenta de que podíamos ganarles. Pasando por el Mundial de España. Qué final contra Brasil, que Palau Sant Jordi abarrotado hasta las banderas, si, de España y Cataluña. Pero ese no era nuestro momento, no estábamos preparados todavía para ganarles, aunque el escenario si lo mereciese. Además, al poco de comenzar la final, perdimos a un jugador para nosotros importantísimo, no sólo por lo que aportaba en lo deportivo si no por que era nuestro referente en muchos aspectos dentro y fuera de la pista, Javier Lorente.
Pero sin saberlo cada vez que perdíamos contra Brasil nos acercábamos un poquito más a ellos, en definitiva nos hacíamos más fuertes. Esa final fue un punto de inflexión para nosotros, como equipo, como grupo. El aprendizaje no es fácil, la victoria no puede ser sencilla, si es así no es victoria.
Largo viaje... Y aquí estamos de repente, de nuevo aterrizando, esta vez en Guatemala City. Será para nosotros imposible olvidar ese país. Me cuesta, todavía, escribir sobre todo lo vivido allí. De verdad que me gustaría poder hacerlo mejor, pero no puedo, no se. Sólo puedo hablaros de como un grupo de jugadores, entrenadores, fisioterapeutas, médico, liderados por Lozano eran capaces de dedicar los días a trabajar, entrenar, jugar a la pocha, escaparse al Mc Donald, o eso pensábamos nosotros, ver videos, tomar unas cañitas al mediodía, leer, teniendo siempre presente, no en el subconsciente, si no justo encima de los ojos, en la frente, si coño, en el entrecejo, el objetivo de decir al mundo entero, estamos aquí y hemos venido a ganar a Brasil, no importa cómo, no importa si no nos creéis, no importa si Brasil cuenta sus partidos, no por victorias, sino por goleadas irreverentes. No nos vale otra final, tienen que ser ellos y tiene que ser en la final, tiene que ser en el mejor escaparate que había para nosotros, la Final de una Copa del Mundo, ese era nuestro destino. La magnitud de los triunfos es proporcional al nivel del rival que consigues derrotar. Y nosotros lo hicimos ante uno de los mejores.
Cierro los ojos y siento como los pocos pelos que me quedan se me ponen de punta, cierro los ojos y veo a mis compañeros vestidos para la ocasión terminando de escuchar las ultimas palabras de nuestro entrenador antes del gran momento.
Cierro lo ojos y siento los abrazos y apretones de manos entre nosotros y sobre todo veo sus ojos y dicen que estamos listos y que no vamos a aceptar otra cosa más que la victoria. Cierro los ojos, estoy subiendo por una larga rampa que da salida a la pista de juego voy ascendiendo por ella y oigo el griterío ensordecedor de un público que ha comenzado a disputar el partido antes de que los equipos hayan salido de sus vestuarios. Y de repente, salgo a la pista veo la antigua plaza de toros reconvertida en cancha, llena, abarrotada de gente, dividida en dos, una mitad amarilla y otra mitad roja, y me emociono, si me emociono calentando, no jugando, todavía estamos calentando y yo me emociono, tengo que taparme. El motivo no era otro, que estar donde quería estar, sabía que el viaje había sido muy largo y por fin estaba allí y no pensábamos irnos sin ganar. Por fin, lo había conseguido, todo era perfecto. Escuchamos lo himnos, todos mirando nuestra bandera, como siempre, y yo con mi mano en mi corazón, como siempre, os tenía presente a todos.Cuantos recuerdos, que gran grupo, que gran equipo, que grandes compañeros. Era el comienzo del resto de nuestras vidas habiendo, al menos en mi caso, vivido algo por lo que todo lo anterior y algunas cosas posteriores valieron la pena.
Un jugador inglés, comento:”sólo hay una cosa más importante que la victoria, la gloria”. Yo nunca estuve tan cerca de ella, la sentí y creí tocarla.
Al cabo,el árbitro pitó el inicio del partido..."