domingo, 9 de enero de 2011

Al héroe le zumban los oídos



Extraña sensación la de encontrarse en espacios pensados para la multitud cuando estos permanecen vacíos. La quietud y serenidad que se respira entonces contrasta con la percepción habitual que tenemos de un estadio o un pabellón de deportes cualquiera.
Deambulando por las asoladas gradas o sentado en la última fila, mientras los últimos rayos de sol se escurren entre las celosías y se extingue el ruido lejano de alguna puerta que se cierra o de un banco con el que alguien tropieza, pueden escucharse aún los ecos del griterío, con su fragor de bocina y sus golpes sordos de percusión.
Esta espectral fanfarria supongo que resonará ya siempre en la cabeza de Javi Sánchez, al igual que los aullidos del mar profundo se confunden con la respiración cansada del viejo buzo.
Yo lo imagino como el sonido de fondo, quizás distorsionado, de sus más intensos recuerdos deportivos. Allá donde viajó encontró el mismo rugido, desde el entrañable Pabellón Municipal de Cáceres hasta las canchas de Guatemala, desde Córdoba hasta Singapur, desde Castellón a Moscú. Lo escuchó tanto en las superficies mojadas de las pistas al aire libre de Río de Janeiro como en los suelos sintéticos de “Palacios” como el Sant Jordi; se repitió en Holanda, Eslovenia, Italia.... Y sin que cesase el estruendo, sintió cómo él y sus compañeros cambiaban la historia de aquel juego.
Dime Javi ¿qué se siente realmente?, ¿mereció la pena?. No, no hace falta que me contestes. Te veo ahí dejándote caer exhausto en el banquillo, sosteniéndote la cabeza empapada en una mezcla de sudor y lagrimas, asimilando lo que acaba de ocurrir, ¡lo que por fin ocurrió!. El resto del equipo bota, se abraza, grita. Como en las grandes epopeyas, el líder de tus oponentes, considerado el mejor del mundo, te busca obstinadamente para entregarte su cetro de rey destronado. Curiosamente, -cuentas- lo mismo que tu cuerpo, tu mente está lejos de la celebración, a miles de kilómetros, con los tuyos.
Ayer me reencontré con una película que no veía desde niño. En una de sus secuencias le preguntan al Héroe de qué le valió conseguir la Gloria ahora que su vida era corriente. Él responde: “Cuando llega el final te la llevas contigo”.

Cáceres, junio 2003.





"Y dicen que fue un sueño...



Es de noche sobre el atlántico, voy en un Boeing 747 de Iberia. Suena el intercomunicador, dicen que nos sentemos y la montaña rusa se presenta bajo nuestros pies. El avión salta y se retuerce como el papel en las manos de un niño. Afortunadamente, llevo un rato largo con mi buen amigo Juan Caminante y de este modo consigo que no me parezcan tan impresionantes los saltos de ese animal de hierro que nos lleva en su barriga a mis compañeros y a mi.


Estamos llegando al final de nuestro viaje, volvemos de Guatemala City, dentro de pocas horas aterrizaremos en España y nos repartiremos cada uno como las ramas de una planta trepadora. Nos separaremos pero nunca del todo.


Nuestro viaje empezó hace mucho tiempo. Cada uno hizo el suyo. El mío comenzó sin saberlo en el año 1993 . Conocí a un hombre que indudablemente marcó mi carrera. No voy a hablar de fútbol sala, para eso tengo amigos que lo harán mucho mejor que yo. A mi me gustaría hablaros de construir equipos, de valores, de principios a seguir, de honestidad, de equivocaciones, de rectitud, de disciplina y sin que sea incompatible por supuesto, de libertad.


Como os he dicho mi viaje comenzó en octubre o noviembre de 1993, pero no fue hasta febrero del 1995, en otro Boeing 747 regresando de Río de Janeiro, que no me atreví a hablar abiertamente con Javier. Hasta ese momento, yo no sabía muy bien que hacía allí, con jugadores que para mi eran casi intocables y entre los cuales no tenía nada claro que hacía un tipo como yo. Como siempre me dijo qué esperaba de mi, que no estaba mal para un chico de Cáceres y que si seguía así igual me llamaba más veces. Pero está claro, Lozano tenía un plan.


Veréis, mi problema es que yo nunca quise ser nada en particular. Y de repente, me estaban mostrando una idea, un modo de hacer las cosas, y yo me sentía cómodo e intentaba encajar en el puzzle que empezaba a construir Javier.


Me gustaría en este momento recordar a todos los compañeros que tuve durante todos esos años en la selección y en los equipos que participe, por que de todos aprendí mucho. Siempre he pensado que cuanto mejores eran los jugadores con los que compartía equipo, mejor era yo. Por eso, nunca me ha dado miedo competir, ese era mi motor, mi reto, mi combustible. Pero decir que me gustaba esa situación sería mentira. Era duro saber que no podías tener ni un segundo de relajación por que sino eras prescindible, uno más y eso no era suficiente. La gente piensa que tu rival lleva siempre otra camiseta. Error. Tu primer rival eres tú, después tu compañero y por último el que lleva la camiseta de otro color.

Lozano fue construyendo su equipo, con todo lo que eso significa. Un equipo, no un grupo de amigos aunque si es cierto que , al menos en mi caso, que por todos siento un cariño muy especial. Llegamos a conocernos muy bien, eso significa que distinguimos muy bien cuales eran nuestras fortalezas y nuestras debilidades, conocíamos qué virtudes nos harían imbatibles. Nos unía un sólo objetivo, ser mejor que los mejores.

España, en fútbol sala, no sería lo que es, sin Brasil. Que me perdonen pero para nosotros, para mi, Brasil era el enemigo a batir, eran los mejores, ellos lo sabían y lo que era peor nosotros también. En principio pensamos que nuestra única opción era, tan sólo, ver cuanto podíamos acercarnos a ellos, después nos dimos cuenta que podíamos ser tan buenos como ellos, para finalmente demostrarles que si querían ganarnos tenían que ser ellos los que tuvieran que mejorar.

Ese camino comenzó perdiendo con ellos en Río de Janeiro, en 1995, con nuestro Presidente en aquel momento dando saltos, perdiendo el poco aprecio que tiene por el protocolo. Allí, nos dimos cuenta de que podíamos ganarles. Pasando por el Mundial de España. Qué final contra Brasil, que Palau Sant Jordi abarrotado hasta las banderas, si, de España y Cataluña. Pero ese no era nuestro momento, no estábamos preparados todavía para ganarles, aunque el escenario si lo mereciese. Además, al poco de comenzar la final, perdimos a un jugador para nosotros importantísimo, no sólo por lo que aportaba en lo deportivo si no por que era nuestro referente en muchos aspectos dentro y fuera de la pista, Javier Lorente.

Pero sin saberlo cada vez que perdíamos contra Brasil nos acercábamos un poquito más a ellos, en definitiva nos hacíamos más fuertes. Esa final fue un punto de inflexión para nosotros, como equipo, como grupo. El aprendizaje no es fácil, la victoria no puede ser sencilla, si es así no es victoria.

Largo viaje... Y aquí estamos de repente, de nuevo aterrizando, esta vez en Guatemala City. Será para nosotros imposible olvidar ese país. Me cuesta, todavía, escribir sobre todo lo vivido allí. De verdad que me gustaría poder hacerlo mejor, pero no puedo, no se. Sólo puedo hablaros de como un grupo de jugadores, entrenadores, fisioterapeutas, médico, liderados por Lozano eran capaces de dedicar los días a trabajar, entrenar, jugar a la pocha, escaparse al Mc Donald, o eso pensábamos nosotros, ver videos, tomar unas cañitas al mediodía, leer, teniendo siempre presente, no en el subconsciente, si no justo encima de los ojos, en la frente, si coño, en el entrecejo, el objetivo de decir al mundo entero, estamos aquí y hemos venido a ganar a Brasil, no importa cómo, no importa si no nos creéis, no importa si Brasil cuenta sus partidos, no por victorias, sino por goleadas irreverentes. No nos vale otra final, tienen que ser ellos y tiene que ser en la final, tiene que ser en el mejor escaparate que había para nosotros, la Final de una Copa del Mundo, ese era nuestro destino. La magnitud de los triunfos es proporcional al nivel del rival que consigues derrotar. Y nosotros lo hicimos ante uno de los mejores.

Cierro los ojos y siento como los pocos pelos que me quedan se me ponen de punta, cierro los ojos y veo a mis compañeros vestidos para la ocasión terminando de escuchar las ultimas palabras de nuestro entrenador antes del gran momento.

Cierro lo ojos y siento los abrazos y apretones de manos entre nosotros y sobre todo veo sus ojos y dicen que estamos listos y que no vamos a aceptar otra cosa más que la victoria. Cierro los ojos, estoy subiendo por una larga rampa que da salida a la pista de juego voy ascendiendo por ella y oigo el griterío ensordecedor de un público que ha comenzado a disputar el partido antes de que los equipos hayan salido de sus vestuarios. Y de repente, salgo a la pista veo la antigua plaza de toros reconvertida en cancha, llena, abarrotada de gente, dividida en dos, una mitad amarilla y otra mitad roja, y me emociono, si me emociono calentando, no jugando, todavía estamos calentando y yo me emociono, tengo que taparme. El motivo no era otro, que estar donde quería estar, sabía que el viaje había sido muy largo y por fin estaba allí y no pensábamos irnos sin ganar. Por fin, lo había conseguido, todo era perfecto. Escuchamos lo himnos, todos mirando nuestra bandera, como siempre, y yo con mi mano en mi corazón, como siempre, os tenía presente a todos.

Cuantos recuerdos, que gran grupo, que gran equipo, que grandes compañeros. Era el comienzo del resto de nuestras vidas habiendo, al menos en mi caso, vivido algo por lo que todo lo anterior y algunas cosas posteriores valieron la pena.

Un jugador inglés, comento:”sólo hay una cosa más importante que la victoria, la gloria”. Yo nunca estuve tan cerca de ella, la sentí y creí tocarla.

Al cabo,el árbitro pitó el inicio del partido..."
'El Origen de las Estrellas' (Ediciones SM. 2010) Javier Sánchez Franco.


3 comentarios:

  1. ¡Qué emocionante! Carlos, sé de uno que tendrá los pelos de punta de la emoción...

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  2. Angel, el Capitán no ha dicho ni esta boca es mía desde aquel año. Y lo de los pelos de punta... no sé, no sé; podrías haber utlizado otra expresión. Enhorabuena por lo del A400 (estoy seguro de que no les vendría mal un diseñador plástico)

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  3. Creo que esos rugidos son tan profundos que donde anidan para siempre es en el corazón. Y no sé si uno se lleva consigo la gloria, pero sí sé que la gloria se lo lleva a uno consigo.

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