A la mañana siguiente, lo primero que llamó la atención de Alfredo es que no tenía resaca. Por la tarde, a pocas horas de la Nochebuena, volvió a ver a Nando. Coincidieron al visitar a la abuela nonagenaria que tenían en común. De nuevo se sorprendió cuando éste le dijo que la noche anterior regresó a casa riéndose, nada más despedirse. Se lo imaginó, con la gorra de paño de su padre, caminando solo, temblando, no de frío sino de risa. Pensó tambien en Felipe, en el buen momento que atravesaba; en Juan, el entusiasta comunicador -cómo le hubiera gustado tenerle de profesor-; en Lino, el único de ellos al que por suerte veía a menudo. Quizá ninguno cayó en la cuenta de que, durante demasiados años, hasta la noche anterior no habían vuelto a estar todos juntos. En cualquier caso -pensaba Alfredo- habían llegado a tiempo para levantarle de un suelo donde las lagrimas se diluían con la lluvia.
El alfiz enmarca un hueco, un vano que es en sí mismo un vacío y a la vez un umbral. Señala la entrada o la salida, el paso de un sitio a otro. Desvela el intersticio que existe entre el interior y el exterior.
domingo, 26 de diciembre de 2010
Sin resaca
A la mañana siguiente, lo primero que llamó la atención de Alfredo es que no tenía resaca. Por la tarde, a pocas horas de la Nochebuena, volvió a ver a Nando. Coincidieron al visitar a la abuela nonagenaria que tenían en común. De nuevo se sorprendió cuando éste le dijo que la noche anterior regresó a casa riéndose, nada más despedirse. Se lo imaginó, con la gorra de paño de su padre, caminando solo, temblando, no de frío sino de risa. Pensó tambien en Felipe, en el buen momento que atravesaba; en Juan, el entusiasta comunicador -cómo le hubiera gustado tenerle de profesor-; en Lino, el único de ellos al que por suerte veía a menudo. Quizá ninguno cayó en la cuenta de que, durante demasiados años, hasta la noche anterior no habían vuelto a estar todos juntos. En cualquier caso -pensaba Alfredo- habían llegado a tiempo para levantarle de un suelo donde las lagrimas se diluían con la lluvia.
domingo, 19 de diciembre de 2010
Interrogatorio (La Casa Rusia)

"- ¿Qué ocurrió?
- Estuve brillante. Cómo salvar el mundo entre la comida y la cena. Estaba entusiasmado. Creo en la nueva Rusia. Puede que vosotros no, pero yo sí. Hace 20 años, no era más que un sueño. Hoy, es nuestra única esperanza. Creíamos que os llevaríamos a la quiebra con la carrera armamentística. Jugando con el destino de la humanidad.
- Barley, habéis ganado. Paz nuclear durante 40 años.
- Gilipolleces. ¿Qué paz? Pregúntales a los checos, vietnamitas, coreanos y afganos. No. Si queremos que haya paz, debemos traicionar a nuestros países. Hemos de salvarnos los unos a los otros, porque todas las víctimas son iguales. Y nadie es más igual que nadie. Es nuestro deber iniciar la avalancha.
- Muy heroico, Barley.
- Escuchad, hoy en día hay que pensar como un héroe, sólo para comportarse como un ser humano.
- ¿Creía en todas esas patrañas?
- No lo sé. Lo creo cuando lo digo. Pero tenían que estar allí. Estás echando una meada en cualquier apestoso urinario público, y el hombre a tu lado te pregunta sobre Dios, o sobre Kafka, o sobre la libertad frente a la responsabilidad. Así que le respondes. Porque lo sabes. Porque eres occidental. Y cuando aún no te has sacudido, piensas: "Qué país tan maravilloso".
- Por eso les quiero. Y ellos me quieren a mí."
'La Casa Rusia' Fred Schepisi. 1990
Ben-Hur

"Si tan sólo los hombres fueran tan buenos.
Recuerda, Atair. Nueve vueltas alrededor del circo.
Aldebarán...
Oye, Rigel, ¿me oíste? Nueve vidas que vivir. Mi veloz amigo no debes ganar la carrera la primera vuelta. Gánala la última vez. No puedes ganar solo. Espera a los demás.
Mi estable Antares. Como una roca. Serás nuestra ancla.
Pensé que jamás amarían a alguien tanto como a mí.
Me han aceptado en su familia.
Descansen bien, estrellas mías.."
'Ben-Hur' William Wyler. 1959
Escucha este tema de su banda sonora (Miklós Rózsa): Overtura
Con Katya (La Casa Rusia)

La gata sobre el tejado de zinc
La gata sobre el tejado de Zinc (Richard Brooks. 1958)
"-¡Mira! Esto es lo que me dejó mi padre. ¡Esta maletucha! Dentro sólo estaba su uniforme de la guerra del 98. Fue todo su legado. ¡Nada en absoluto! Yo levanté todo esto de la nada.
¿Es todo lo que te dejó?
domingo, 12 de diciembre de 2010
La vieja fotografía
Aquel hombrecillo, alegre y vitalista, pudo ver como su único hijo abría un nuevo camino; un camino inveteradamente vedado para la gente de su clase; la clase de gente que no tiene nada salvo, a lo sumo, las ganas de vivir.
Años más tarde el hijo se casó con una mujer cuyo padre vivía por la gracia de un indulto. Un hombre callado, convertido en escolta de sus nietos; fumando en la banda de un campo de futbol plagado de cardos; al otro lado de las mallas electrosoldadas de una pista de tenis; dentro de un coche blanco que mantuvo siempre limpio.
El turno le llegó a uno de los nietos. Durante los días que siguieron al nacimiento de su primogénito se apoderó de él una especie de miedo inefable. Un miedo que le cerró el estómago y le debilitó las piernas hasta el borde del desmayo. Una congoja que manifestaba en llantos irreprimibles vomitados a escondidas. Las imágenes de sus abuelos se sucedían una y otra vez. Hacía unos quince años que ya no le acompañaban. Desde la ventana del Hospital podía verse el conventual donde de niño recibía clases de dibujo. Ningún coche blanco aguardaba aparcado. Tampoco se atrevió a acudir a su padre. Un padre demasiado humano, tal vez, en comparación con la visión infantil que recordaba. Como en las grandes pinturas, su delgada figura mantenía cierta distancia para que el observador de aquella época pudiera contemplarle pleno de admiración.
Ahora, a pesar de que este otro padre que ya no es primerizo sigue siendo un pusilánime, sus hijos le demuestran que ellos sí son capaces. Y al comprobarlo, el gesto de su cara recuerda a la vieja fotografía en blanco y negro.
domingo, 5 de diciembre de 2010
Graal
Tenía diecisiete años. La película Excalibur (John Boorman. 1981) y la novela los hechos del Rey Arturo y sus nobles caballeros (John Steinbeck. 1976) tuvieron mucho que ver. Desde el limen, búsqueda imposible que atenúa las caídas. Una segunda oportunidad que enmiende lo que de joven no se sabe. Por momentos persecución frenética, a veces perdido, las más al pairo. Afortunado viajero, hasta ahora por un camino salpicado de fabulosos hallazgos de los que no debería ser acreedor; qué lejos la dorada medianía. Veinte años despúes, veterano que ya no recuerda porqué se enroló ¿Preguntas si está quemado después de lo que esos pequeños ojos han visto? Sin embargo, la sangre aún se inflama. Por allí resopla... de modo que, en marcha.
Fantasía (Walt Disney. 1940). Parsifal (Richard Wagner. 1882)