A la mañana siguiente, lo primero que llamó la atención de Alfredo es que no tenía resaca. Por la tarde, a pocas horas de la Nochebuena, volvió a ver a Nando. Coincidieron al visitar a la abuela nonagenaria que tenían en común. De nuevo se sorprendió cuando éste le dijo que la noche anterior regresó a casa riéndose, nada más despedirse. Se lo imaginó, con la gorra de paño de su padre, caminando solo, temblando, no de frío sino de risa. Pensó tambien en Felipe, en el buen momento que atravesaba; en Juan, el entusiasta comunicador -cómo le hubiera gustado tenerle de profesor-; en Lino, el único de ellos al que por suerte veía a menudo. Quizá ninguno cayó en la cuenta de que, durante demasiados años, hasta la noche anterior no habían vuelto a estar todos juntos. En cualquier caso -pensaba Alfredo- habían llegado a tiempo para levantarle de un suelo donde las lagrimas se diluían con la lluvia.
El alfiz enmarca un hueco, un vano que es en sí mismo un vacío y a la vez un umbral. Señala la entrada o la salida, el paso de un sitio a otro. Desvela el intersticio que existe entre el interior y el exterior.
domingo, 26 de diciembre de 2010
Sin resaca
A la mañana siguiente, lo primero que llamó la atención de Alfredo es que no tenía resaca. Por la tarde, a pocas horas de la Nochebuena, volvió a ver a Nando. Coincidieron al visitar a la abuela nonagenaria que tenían en común. De nuevo se sorprendió cuando éste le dijo que la noche anterior regresó a casa riéndose, nada más despedirse. Se lo imaginó, con la gorra de paño de su padre, caminando solo, temblando, no de frío sino de risa. Pensó tambien en Felipe, en el buen momento que atravesaba; en Juan, el entusiasta comunicador -cómo le hubiera gustado tenerle de profesor-; en Lino, el único de ellos al que por suerte veía a menudo. Quizá ninguno cayó en la cuenta de que, durante demasiados años, hasta la noche anterior no habían vuelto a estar todos juntos. En cualquier caso -pensaba Alfredo- habían llegado a tiempo para levantarle de un suelo donde las lagrimas se diluían con la lluvia.
domingo, 19 de diciembre de 2010
Interrogatorio (La Casa Rusia)

"- ¿Qué ocurrió?
- Estuve brillante. Cómo salvar el mundo entre la comida y la cena. Estaba entusiasmado. Creo en la nueva Rusia. Puede que vosotros no, pero yo sí. Hace 20 años, no era más que un sueño. Hoy, es nuestra única esperanza. Creíamos que os llevaríamos a la quiebra con la carrera armamentística. Jugando con el destino de la humanidad.
- Barley, habéis ganado. Paz nuclear durante 40 años.
- Gilipolleces. ¿Qué paz? Pregúntales a los checos, vietnamitas, coreanos y afganos. No. Si queremos que haya paz, debemos traicionar a nuestros países. Hemos de salvarnos los unos a los otros, porque todas las víctimas son iguales. Y nadie es más igual que nadie. Es nuestro deber iniciar la avalancha.
- Muy heroico, Barley.
- Escuchad, hoy en día hay que pensar como un héroe, sólo para comportarse como un ser humano.
- ¿Creía en todas esas patrañas?
- No lo sé. Lo creo cuando lo digo. Pero tenían que estar allí. Estás echando una meada en cualquier apestoso urinario público, y el hombre a tu lado te pregunta sobre Dios, o sobre Kafka, o sobre la libertad frente a la responsabilidad. Así que le respondes. Porque lo sabes. Porque eres occidental. Y cuando aún no te has sacudido, piensas: "Qué país tan maravilloso".
- Por eso les quiero. Y ellos me quieren a mí."
'La Casa Rusia' Fred Schepisi. 1990
Ben-Hur

"Si tan sólo los hombres fueran tan buenos.
Recuerda, Atair. Nueve vueltas alrededor del circo.
Aldebarán...
Oye, Rigel, ¿me oíste? Nueve vidas que vivir. Mi veloz amigo no debes ganar la carrera la primera vuelta. Gánala la última vez. No puedes ganar solo. Espera a los demás.
Mi estable Antares. Como una roca. Serás nuestra ancla.
Pensé que jamás amarían a alguien tanto como a mí.
Me han aceptado en su familia.
Descansen bien, estrellas mías.."
'Ben-Hur' William Wyler. 1959
Escucha este tema de su banda sonora (Miklós Rózsa): Overtura
Con Katya (La Casa Rusia)

La gata sobre el tejado de zinc
La gata sobre el tejado de Zinc (Richard Brooks. 1958)
"-¡Mira! Esto es lo que me dejó mi padre. ¡Esta maletucha! Dentro sólo estaba su uniforme de la guerra del 98. Fue todo su legado. ¡Nada en absoluto! Yo levanté todo esto de la nada.
¿Es todo lo que te dejó?
domingo, 12 de diciembre de 2010
La vieja fotografía
Aquel hombrecillo, alegre y vitalista, pudo ver como su único hijo abría un nuevo camino; un camino inveteradamente vedado para la gente de su clase; la clase de gente que no tiene nada salvo, a lo sumo, las ganas de vivir.
Años más tarde el hijo se casó con una mujer cuyo padre vivía por la gracia de un indulto. Un hombre callado, convertido en escolta de sus nietos; fumando en la banda de un campo de futbol plagado de cardos; al otro lado de las mallas electrosoldadas de una pista de tenis; dentro de un coche blanco que mantuvo siempre limpio.
El turno le llegó a uno de los nietos. Durante los días que siguieron al nacimiento de su primogénito se apoderó de él una especie de miedo inefable. Un miedo que le cerró el estómago y le debilitó las piernas hasta el borde del desmayo. Una congoja que manifestaba en llantos irreprimibles vomitados a escondidas. Las imágenes de sus abuelos se sucedían una y otra vez. Hacía unos quince años que ya no le acompañaban. Desde la ventana del Hospital podía verse el conventual donde de niño recibía clases de dibujo. Ningún coche blanco aguardaba aparcado. Tampoco se atrevió a acudir a su padre. Un padre demasiado humano, tal vez, en comparación con la visión infantil que recordaba. Como en las grandes pinturas, su delgada figura mantenía cierta distancia para que el observador de aquella época pudiera contemplarle pleno de admiración.
Ahora, a pesar de que este otro padre que ya no es primerizo sigue siendo un pusilánime, sus hijos le demuestran que ellos sí son capaces. Y al comprobarlo, el gesto de su cara recuerda a la vieja fotografía en blanco y negro.
domingo, 5 de diciembre de 2010
Graal
Tenía diecisiete años. La película Excalibur (John Boorman. 1981) y la novela los hechos del Rey Arturo y sus nobles caballeros (John Steinbeck. 1976) tuvieron mucho que ver. Desde el limen, búsqueda imposible que atenúa las caídas. Una segunda oportunidad que enmiende lo que de joven no se sabe. Por momentos persecución frenética, a veces perdido, las más al pairo. Afortunado viajero, hasta ahora por un camino salpicado de fabulosos hallazgos de los que no debería ser acreedor; qué lejos la dorada medianía. Veinte años despúes, veterano que ya no recuerda porqué se enroló ¿Preguntas si está quemado después de lo que esos pequeños ojos han visto? Sin embargo, la sangre aún se inflama. Por allí resopla... de modo que, en marcha.
Fantasía (Walt Disney. 1940). Parsifal (Richard Wagner. 1882)
domingo, 28 de noviembre de 2010
Carrera de la vida
-Entonces ¿cuándo obtuvo el título de arquitecto?
-En noviembre de 1999.
-Continúe, por favor.
-En enero de 2000 me instalé por libre. Hicimos trabajos de todo tipo: mantuve colaboraciones con el estudio anterior y con otros arquitectos; realicé algunos proyectos para...
-No hace falta que me los recite; he visto el listado. Cuénteme cuándo empezó a trabajar por cuenta ajena.
-Bien. Si efectivamente ha visto el listado habrá comprobado que en junio de 2001 comencé a repartir mi tiempo entre la oficina del ARI de Azuaga y el despacho profesional en Cáceres.
-¿Qué es exactamente eso del ARI?
-Cada municipio que cuente con un conjunto histórico ha de disponer de una oficina de este tipo, de modo que lo relativo a licencias urbanísticas, ayudas a la rehabilitación, etcétera, pasen por la misma. Las siglas significan 'área de rehabilitación integral'. Una vez creada la oficina yo asumí su dirección.
-¿Por qué lo dejó?
-Me gustaba el trabajo pero estaba a 200 kilómetros de mi casa. En septiembre me llamaron de la Dirección General de Urbanismo, en Mérida, y no pude decir que no.
-Pero sólo era una beca ¿no?
-Sí. Era un convenio con el Colegio de Arquitectos. Nos dedicábamos a procesar la documentación de los planes urbanísticos de toda Extremadura. A comienzos del 2002 se disolvió el convenio, pero después de un breve paso por la Entidad de Control de Construcción de Extremadura, continué trabajando para la Dirección General, esta vez como asistencia técnica, hasta que...
-No vaya tan rápido. En esa época obtuvo usted el Certificado de Aptitud Psicopedagógica ¿no?¿para qué sirve?
-Para dar clases de educación secundaria.
-Entiendo..., siga, por favor.
-Desde junio de 2002 hasta abril de 2003, durante dos días a la semana ejercía como arquitecto municipal en Alcuescar. Tuve que dejarlo cuando ocupé una plaza de funcionario interino en la Dirección General de Urbanismo. Mis funciones ahora pasaban a ser las de ponente técnico de la Comisión de Urbanismo y Ordenación Territorial de Extremadura.
-Un momento. Veo que en septiembre de 2004 inició su vinculación con el Máster de Urbanismo.
-Sí, yo ya participaba en los cursos de la Escuela de Administración Pública. En realidad el por entonces director general de urbanismo me pidió que le sustituyese en una ponencia. Aquello fue el principio de muchas otras intervenciones en otros tantos cursos: diputaciones, entidades privadas,... En lo que respecta al máster, ya vamos por la octava edición. Todo ello está en su listado.
-Ya, ya...¿siguiente trabajo?
-En diciembre de 2005 dejé la Junta por la plaza, también interina, de arquitecto municipal de Coria. Sin embargo, muy pronto volvería a cambiar al surgir por fin una oportunidad en mi ciudad. En mayo de 2006 acepté el puesto de gerente del Colegio de Arquitectos en la unidad administrativa de Cáceres. En 2007 comenzamos también con la redacción de planes urbanísticos municipales.
-¿Cuántos ha elaborado?
-Llevamos una docena.
-En junio de 2009 tenemos un nuevo cambio ¿no es así?
-En el Colegio se avecinaban medidas traumáticas relacionadas con la crisis económica. Había una vacante en el Ayuntamiento de Cáceres. Yo estaba en una bolsa de empleo que se formó tras la última oposición. Me destinaron a la Oficina del Programa Especial de Vivienda. Esa es todavía mi actual ocupación.
-Pero ha pasado un año y medio ¿Qué es lo próximo?
domingo, 21 de noviembre de 2010
Entusiasmo
domingo, 14 de noviembre de 2010
Antes de ayer
domingo, 7 de noviembre de 2010
Una parada imprevista (Michael Clayton)

Las tribulaciones dan vueltas y más vueltas en la cabeza como la colada en una lavadora. Los días se suceden en una inexorable espiral hacia el colapso. Esa vertiginosa rutina acaba con la noción del tiempo y los residuos del pasado se entremezclan con los acontecimientos presentes, mientras una luz en el salpicadero parpadea alertando del futuro. Conduce un hombre que ya no recuerda cuándo cayó a medio camino entre la voluntad y los sueños, en el tramo mal señalizado del fracaso. Un estado de crónico cansancio gobierna cada acción destinada a recorrer una ruta a la que no presta atención, pues ésta forcejea por ordenar ideas y descifrar la causa de la ácida sensación en sus entrañas. De repente, algo de todo aquello que le asalta a cada instante le hace pisar el freno y detenerse. Hasta ese momento no había reparado en que ha amanecido. Pese a la niebla del alba, a través de la ventanilla puede ver tres caballos en lo alto de un prado sólo poblado por unos pocos arboles deshojados. Sin parar el motor baja del coche, derecho hacia el sereno grupo que permanece no muy lejos. Días atrás su hijo le habló con entusiasmo del libro que estaba leyendo. El mismo, de tapas rojas, que inspiró al amigo que ha perdido. Era una de esas historias fantásticas sobre reinos imaginarios y heróes conquistadores. La ilustración que vió, al retirar el libro de los brazos del niño dormido, está ahora delante de él. Los caballos del dibujo resoplan y parecen observarle con extrañeza. Temiendo asustarles se acerca lentamente hacia ellos. Tienen un aire majestuoso que le hace sentir insignificante; sin embargo, al estar junto a esos seres de un mundo que ya no existe, comienza a experimentar una especie de paz narcótica. El frío que se le ha echado encima contrasta con el cálido vaho en el hocico que casi llega a acariciar, justo antes de que los caballos se alejen espantados por una llameante explosión que convierte su automóvil en una hoguera sin condenado al que quemar.
domingo, 31 de octubre de 2010
Acrópolis
Aguada a sanguina. 1993.
Tuvieron que pasar más de 5 años para darme cuenta de que aquello que dibujé era la acrópolis de Atenas. El sonrojante descubrimiento se produjo durante el viaje de fin de carrera, al enfilar el acceso al famoso enclave, ascendiendo por el camino que se adivina en la pintura.
La ciudad, inmensa y caótica, se extiende ahora alrededor de la acrópolis como un desordenado manto de bloques grisáceos que se pierden en un horizonte saturado de contemporáneo vaho urbano. Sin embargo, aún hoy uno siempre puede ponerse de puntillas y alzar la vista por encima de la marea humana. Allá arriba, como las dos puntas de un compás manejado por alguna caprichosa deidad pagana, a buen seguro que reconoceremos de un lado el referido promontorio coronado por el Partenón, y de otro, la cumbre del Monte Licabeto (la colina del fondo en la aguada). Desde éste último, tal vez algún día, si la contaminación se disolviese al menos por unos instantes, pueda volver a divisarse el Golfo Sarónico y allí, las islas de Salamina y Egina.

sábado, 23 de octubre de 2010
La línea de imposta
sábado, 16 de octubre de 2010
Nadie en la Casa del Aire
domingo, 10 de octubre de 2010
Distraído
Bolígrafos de colores sobre pósit.
jueves, 23 de septiembre de 2010
El puente sobre el río Kwai

Ignoro si estas reflexiones son deprimentes... pero debo admitir que se me ocurren cosas así... de vez en cuando.
Pero esta noche... Esta noche... ¡Vaya! Debo marcharme". Coronel Nicholson.
sábado, 18 de septiembre de 2010
Pájaros en la tormenta
viernes, 17 de septiembre de 2010
'La mejor juventud' (2003) Marco Tulio Giordana

-Vd. se merecería un nueve. Le doy un diez aplicando lo que yo llamo ''el cociente de simpatía''. Poca cosa, pero suficiente para llegar al diez. Hay quien desaprueba mi cociente de simpatía, pero creo que la simpatía, en el sentido del término ''sympasin'', es decir, compartir el ''pathos'', el sufrimiento ajeno, es importante para un médico. A otros les aplico el cociente de antipatía, es decir, resto dos o tres puntos. La antipatía es lo peor para un médico. (…) Vd. promete, le decía, y probablemente me equivoque. Pero le daré un consejo. -¿Tiene Vd. ambiciones?
-Pues...
Pues márchese de Italia. Váyase mientras esté a tiempo. ¿Quiere ser cirujano?
-No sé, aún no lo he decidido.
-Decida lo que decida, váyase a estudiar a Londres, a París, a América si puede. Pero salga de aquí. Italia es un país a destruir. Un lugar bello e inútil, destinado a la muerte.
-¿Es que dentro de poco habrá un Apocalipsis?
-Ojalá, al menos nos veríamos obligados a reconstruir. Pero aquí todo sigue igual, en manos de los dinosaurios. Hágame caso, váyase.
-¿Y Vd. por qué se queda, profesor?
-¿Cómo que por qué? Yo soy uno de los dinosaurios a destruir.
http://www.youtube.com/watch?v=F6sWC1VmJkY
lunes, 13 de septiembre de 2010
Como un pulgón (León Felipe)
Yo no puedo tener un verso dulce
que anestesie el llanto de los niños
y mueva suavemente las hamacas como una brisa esclava.
Porque yo no he venido aquí a hacer dormir a nadie.
Además… esa tempestad ¿quién la detiene?
¡Eh, tú, varón confiado que dormitas! ¡Levántate, recoge
tus zapatos y prosigue!…
Porque yo no he venido aquí a hacer dormir a nadie.
Hacia las cumbres trepan los dioses extenuados buscando un resplandor.
Y aquí voy yo con ellos,
entre el sudor y el polvo de sus inmensos pies descalzos,
aquí voy yo con ellos, atropellado y sacudido, pero
agarrándome a sus plantas como las pinzas de un insecto,
clavándome en su carne,
hundiéndome en su sangre
como un pulgón,
como una nigua… maldiciendo, blasfemando…
Porque yo no he venido aquí a hacer dormir a nadie;
ni a los niños
ni a los hombres ni a los dioses.
Escucha este poema declamado por su autor
sábado, 11 de septiembre de 2010
Una ola de prosperidad se apodera del mundo
lunes, 6 de septiembre de 2010
El autoestopista

Este tema de Trump'n'bass puede servir de acompañamiento: http://open.spotify.com/track/5hQ5H05iZSIax8jfgZs4Ec
Siza
La razón no fue otra que la presencia del portugués Álvaro Siza. Ese día presentaba una serie de proyectos recientes ubicados en distintas partes del mundo, destacando entre ellos la propuesta de un extenso desarrollo residencial al sureste de la capital cacereña, que aprovechando los terrenos de una cantera culminaba con un gran auditorio al aire libre.
Quince años atrás, coincidiendo con el inicio de mis estudios en la universidad, él recibía el premio Pritzker (algo así como el equivalente al Nobel en arquitectura). Durante toda la carrera, Siza fue una de las principales referencias. Ejerciendo ya la profesión, un documental emitido por “la 2” titulado “el elogio de la luz” me enseñó otros aspectos de su biografía: entre recuerdos evocados, aparecía el bello rostro de su mujer fallecida hacía tiempo, mientras la cámara se deslizaba por un estudio amplio pero poco poblado, con algunas de esas maquetas que según contaban realizaba su hija. Más tarde –demasiado- visité algunas de sus obras: en Santiago de Compostela, Oporto, Leça da Palmeira, etc.
A aquella conferencia le siguió un vino de honor que se prolongó hasta tarde. Diluida la escolta de autoridades, Siza era continuamente abordado por la gente, entre saludos y muestras de efusividad. Así aguantó hasta el final, discretamente y por no molestar, tal y como contó el escritor Manuel Vicent. Antes de irse, al menos pude estrecharle la mano, exhalando algo parecido a un agradecimiento.
No he vuelto a saber nada de aquel proyecto de la cantera, pero imagino que Siza permanece en su estudio de Oporto, inclinando sus 76 años de vida sobre un papel “diapost”, un lápiz blando en una mano, un cigarrillo a punto de consumirse en la otra, mientras a su lado un joven de ojos muy abiertos toma nota.
Stefan
Individuos estrafalarios abordan a los turistas en las puertas de la Acrópolis, ofreciéndose en varios idiomas como guías en su visita. Trata de sortearlos un alegre grupo de estudiantes españoles al que acosa, en particular, una mujer gorda y sudorosa, de largos cabellos y sombrero de paja, escoltada por una gavilla de gatos callejeros. Al llegar a Los Propileos, alguien la aparta con un simple toque en el hombro y se coloca frente al grupo con los brazos abiertos, mostrando una sonrisa amplia. El anciano, de acartonada piel morena, viste una chaqueta gastada de tweed, bajo la que asoma una camisa de color indefinible, abierta hasta el abdomen. En el pecho lleva una tarjeta de identificación con el nombre de Stefan. A modo de diadema, unas dobladas gafas de policía californiano coronan su cabeza blanca. En un aceptable castellano, despliega toda su simpatía y advierte con énfasis que es el único conocedor de los secretos de la famosa ciudadela ateniense. Tarda sólo unos segundos en convencer a los estudiantes y en fijar un precio. A continuación, los lleva dentro del recinto, sin prisa y deteniéndose cada pocos pasos; señala con el índice aquí y allá, contando la historia como el que reconstruye los hechos de un crimen.
Es temporada baja y el gobierno griego aprovecha para rehabilitar sus monumentos. Todo está andamiado; se oye el ruido de las obras y las maquinas no cesan de taladrar, perforar, levantar,… Stefan se acerca tanto a sus rendidos seguidores que les hace llegar el aroma de esa especie de anís que llaman Ouzo. Su mirada, cubierta de homogéneo velo gris, persigue sin disimulo los ojos de las chicas. Ordena silencio y obliga a todos a agacharse, haciendo que contemplen las filigranas de una vieja basa que ya no sostiene ninguna columna. Por encima del fragor, se eleva la letanía de este guía homérico: —¡Fijaos…! —dice. —¡Hace más de dos mil quinientos años…y sin Black&Decker!.
Las brumas del Tajo
Moby Dick. Más transcripciones
· "--Escuchame, y por lo bajo. Todos los objetos visibles no son sino máscaras de cartón, muchacho: pero en cualquier acontecimiento, en el acto vivo, en el hecho indudable... en ellos algo desconocido pero racional se muestra con sus propios rasgos detrás de la máscara irracional (...) Para mí, la ballena es esa muralla que me rodea. A veces pienso que nada hay detrás de ella. Pero ya basta, me hostiga, me aplasta; veo en ella una fuerza insultante, fortalecida por una malicia inescrutable. Y esta cosa inescrutable es lo que más odio; y tanto si la ballena blanca es el principal o un mero agente, sobre ella descargaré mi odio".
· "Por lo tanto, el espíritu atormentado que salía llameando por aquellos ojos cuando Ahab surgía corriendo de su camarote no era sino algo vacío, un ser sonámbulo e informe, un rayo de luz viva, por supuesto, pero sin objeto que colorear y, por ende, un verdadero vacío en sí. ¡Que Dios te proteja, viejo! Tus pensamientos han engendrado una criatura en ti; su intensidad te ha convertido en un Prometeo. Un buitre te roerá eternamente el corazón, un buitre que no es más que el ser que tú engendraste".
domingo, 22 de agosto de 2010
A Julipi
sábado, 14 de agosto de 2010
Breves impresiones monomaníacas
Publicado en 'Sombras Recobradas'
jueves, 12 de agosto de 2010
Alhambra
Aquel lugar se constituyó en el motivo principal del curso. Tuve que vérmelas particularmente con la Puerta de la Justicia, la Calle Real y el Cuarto Dorado. En esta última dependencia nazarí hubo que reproducir hasta las yeserías. Desgranando directrices geométricas, aprendiendo a escribir - más bien dibujar - 'Alá es grande', sentado en la galería de ese pequeño patio y ajeno al desfile de turistas, cometí el acto de soberbia juvenil de creer saber cuál era el estado de ánimo de aquellos sofisticados moradores, últimos representantes de una civilización abatida.

jueves, 5 de agosto de 2010
Un verano anterior a la guerra
No he vuelto a ver una costa como la del Adriático. En Dubrovnik nos alojamos en un hotel vetusto pero aún elegante, en las afueras, a media ladera de una colina repleta de cipreses que llegaban hasta la orilla transparente de un mar azul turquesa. No había playa exactamente, sino una especie de ensenada rocosa a la que se accedía por un muelle de hormigón. Esa noche salimos a escondidas por la ventana de la habitación, lo cual no tenía mucho mérito por que estaba en planta baja, dando a un jardín. Después de un buen baño en la cala, entre susurros y risas, aprendí a tragarme el humo del tabaco. Sentados en el muelle, lo único que podía verse en aquel momento era el reflejo de la luna en el agua y las brasas ardientes de un par de cigarrillos.
martes, 3 de agosto de 2010
El mendigo Menipo

viernes, 30 de julio de 2010
jueves, 29 de julio de 2010
jueves, 15 de julio de 2010
miércoles, 14 de julio de 2010
El imperio del sol
http://listen.grooveshark.com/#/s/Toy+Planes+Home+and+Hearth/2EVpCe
Sierra Norte
Fotografía: Ángel Sánchez Franco |
Aparecisteis de repente, a un lado de aquella carretera que no conocía, justo cuando el sueño se dejaba sentir más incluso que el intenso calor. Ella –supongo que tu madre- gesticulaba muy nerviosa junto a un coche empotrado en la cuneta, en contraste con el bebé amodorrado que colgaba de su pecho. Le pedí que se tranquilizase y que se alejase hasta unos árboles en busca de sombra. Tú estabas unos metros más abajo, medio tendido en el suelo. No sé qué edad tendrías, tal vez unos once años. Ibas sin camiseta y me pareciste muy flaco. Se te veía dolorido pero no te quejabas. Te pregunté si estabas bien y respondiste que sí moviendo la cabeza. Unas llamas comenzaban a asomar por la parte trasera del coche, alcanzando el interior a través de los cristales rotos. Tu madre me indicaba a gritos que cogiera algo de dentro, lo que me hizo pensar que podía quedar alguien más. Al mirar, entendí que se refería a una bolsa llena de 'clicks' que estaba a punto de quemarse; muñecos como aquellos con los que yo también jugaba de pequeño, solo en mi habitación o en el cuarto de baño. El miedo a una explosión hizo que te cogiera en brazos, alejándote de allí. Mientras tanto, otros coches habían parado y algunas personas ya estaban con tu familia. Al dejarte otra vez en el suelo volví a preguntarte si te encontrabas bien y tú repetiste el gesto afirmativo. Por un instante tuve el impulso de ir a por los juguetes pero, en lugar de eso, regresé a mi coche para apartarlo del que ya ardía de forma considerable. Al avanzar unos metros, vi que en sentido contrario se acercaban dos motos de la Guardia Civil, y ya no me detuve hasta el final del viaje.
Desde aquel verano de 2001 no he vuelto por aquella carretera de El Pedroso que me llevó hasta Sevilla atravesando la Sierra Norte. Ni siquiera he vuelto a Azuaga, desde donde partí ese día. Sin embargo, hay una pregunta que me sigue acompañando desde entonces: ¿Cómo estás?